
BASTA DE CREAR PROBLEMAS (donde no los hay)
En las dinámicas laborales, es casi inevitable que surjan personajes con una extraña habilidad para convertir una pequeña chispa en un incendio de proporciones épicas. Sin embargo, la clave para contrarrestar esta tendencia no está en apagar el fuego por ellos, sino en enseñarles cómo evitar encenderlo en primer lugar. Un líder consciente y maduro tiene ese poder transformador: guiar con el ejemplo, no solo con instrucciones.
Lo que planteas sobre la credibilidad es fundamental. En la balanza del liderazgo, pocas cosas pesan tanto como el ejemplo que damos. Modelar el comportamiento es una herramienta poderosa que trasciende palabras y discursos. Es como esa regla no escrita que todos conocen pero rara vez admiten: los ojos del equipo están siempre puestos en sus líderes. Y cuando estos predican una cosa pero actúan de manera contraria, la brecha entre lo dicho y lo hecho socava cualquier intento de construir confianza.
Pero ser líder no es solo un acto de credibilidad, sino también de vulnerabilidad. ¿Cómo manejamos los errores, tanto propios como ajenos? Porque, al final, ser parte de la solución implica aceptar fallos como oportunidades para aprender, y no como manchas irreparables.
Recordando las palabras de John Quincy Adams: “Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser mejores, eres un líder.” ¿No es ese el núcleo de la verdadera influencia? Inspirar, no imponer; guiar, no controlar.
¿Cómo definirías tú ese equilibrio entre ser firme y ser humano como líder? El liderazgo efectivo no es un camino recto, sino un constante acto de adaptación. Me encantaría escuchar tu perspectiva.